domingo, 22 de abril de 2018

Avicii y la trampa del éxito


No os voy a engañar, no puedo decir que fuese un fan de Avicii. Es decir, me encantaba su música, pero no lo habría reconocido si me lo hubiese cruzado por la calle.

La pérdida de Tim Bergling, como se llamaba realmente este músico de 28 años, escuece especialmente porque sus canciones eran una banda sonora para buenos momentos. Si alguien ha bailado Levels, Hey brother o Wake me up, apuesto sin temor a equivocarme que lo habrá hecho rodeado de amigos y divirtiéndose. Por eso no es tan descabellado entender que alguien vea a Avicii como cómplice de algún verano genial o de una noche inolvidable y que, por ende, sienta que ha perdido a un amigo.

Hace unas semanas me topé con su documental en Netflix pero tras meditarlo un rato me dije que, quizá, lo vería más adelante. Y así lo hice. El mismo día en el que saltó la noticia de su muerte, me puse a ello (e imagino que como yo, miles de usuarios). Contra todo pronóstico, digerirlo fue mucho más complicado de lo que uno podría figurarse. Me esperaba algo ligero, me esperaba que simplemente relatase el vertiginoso ascenso a la fama de un veinteañero sueco que en tres años llegó a convertirse en el tercer DJ mejor pagado del mundo. Jamás habría imaginado que me encontraría con algo tan revelador y tan profundo. En Avicii, true stories, que es como se titula el documental, la carrera musical del sueco es lo de menos. Es un viaje angustioso a los sótanos del éxito y no puedo evitar pensar que, muy probablemente, a las causas de su trágico final.


Es importante señalar que Tim era un músico genial, aunque se le conozca como DJ. De hecho, de DJ tenía más bien poco, ya que lo que hacía en sus actuaciones era reproducir su música con un ordenador y una memoria USB. Destaco esto porque creo que tanto para crear música (buena) como para pincharla (bien) se ha de tener talento, pero hablamos de dos talentos completamente diferentes y que seguramente tengan unos efectos secundarios diferentes. Avicii era sensible, introvertido, ansioso. Nada que ver con esos grandes relaciones públicas sonrientes y expresivos que nos imaginamos al hablar de un disc-jockey. Era un artista brillante cuya creatividad equiparaban a la de Michael Jackson y ante quien se rendían reputados músicos como Chris Martin, de Coldplay.

Como se puede ver en Avicii, true stories, Tim Bergling tenía problemas severos de ansiedad. Cuesta saber si por su inhumana agenda de actuaciones y viajes, o precisamente por ese talento y esa creatividad que en ocasiones parecía que se le iba de las manos (se olvidaba de comer mientras componía y apenas dormía). Yo estoy convencido de que una de las opciones fue mechero y la otra gasolina. Imagino que consciente de que algo estaba pasando en su cabeza, en su poquísimo tiempo libre Avicii leía al legendario psicólogo y psiquiatra suizo Carl Jung, cuyos textos encontraba fascinantes.

Tras ver el documental del cineasta Levan Tsikurishvii sobre el músico, hay algo fuera de toda duda: estaba rodeado de la gente equivocada. Avicii era un chico apocado y terriblemente frágil, interiormente y exteriormente, y sus enfados parecían más propios de un crío quejumbroso que de un hombre colérico. La fama y la fortuna parecían algo extraño que le había caído en las manos y con lo que no sabía muy bien qué hacer. Y de esa forma de ser, de esa ingenuidad de un chico tan sobrado de talento como falto de carácter, se aprovechaban todos los que le rodeaban. De esa fama y de esa fortuna. Es terrible verle en el documental completamente sobrepasado por la ansiedad, queriendo retirarse por el bien de su salud (sufría un indecible dolor fruto de una pancreatitis aguda), al borde de las lágrimas antes de cada actuación, mientras sus "amigos" y su manager (un elemento de cuidao) lo presionan para que continúe. No es difícil imaginar cuántos de estos casos habrá habido. Quién sabe cuantos músicos, actores y escritores que decidieron poner fin a sus vidas, pasaron antes por un infierno semejante y tuvieron que lidiar con conocidos y familiares que no querían perder a su gallina de los huevos de oro. Poneos en su piel... ¿Acaso no es como estar en una cárcel o en un campo de concentración?

No digo con esto que Avicii se haya quitado la vida, no tengo ni idea y de hecho todo parece indicar que no fue así (hay numerosas fotos momentos antes de su muerte en las que se le ve relajado y feliz posando con fans). Pero estoy seguro de que haya sido cual haya sido la causa de su muerte, este infierno personal del que he hablado ha tenido algo que ver.

En 2016 se retiró, al fin, del ojo público. Dejó los shows, y desde aquel momento llevó una vida completamente diferente a la que caracterizó su etapa como rey de la radiofórmula: se dedicó a recorrer Latinoamérica equipado únicamente con una mochila, hospedándose en albergues, tratando de encontrar a Tim Bergling y de perder de vista a Avicii al menos durante un tiempo.


Es curioso, y seguramente esto se haya repetido hasta la saciedad, pero no deja de llamarme la atención la letra de uno de sus temas más famosos: Wake me up.

Despiértame cuando todo esto haya acabado,
cuando sea más viejo y más sabio
todo este tiempo estaba buscándome a mí mismo
y no sabía que me había perdido
He intentado cargar con el peso del mundo
pero sólo tengo dos manos
espero tener la oportunidad de recorrer el mundo
pero no tengo planes
Ojalá pudiese permanecer así de joven siempre
sin miedo a cerrar los ojos
la vida es un juego hecho para todos
y el amor es el premio
Así que despiértame cuando todo haya terminado.


¿Acaso no os transmite su ansiedad y sus ganas de escapar?

Actualización: Días después de la publicación de esta entrada, un comunicado emitido por la familia parece evidenciar que, en efecto, Tim Bergling se quitó la vida.




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