sábado, 25 de junio de 2016

¿Vosotros podéis?


¿Vosotros sois capaces de disociar arte y artista? ¿A la persona y su obra? Yo ya no sé si podré sentir lo mismo cuando escuche 'They don't really care about us', 'Smooth criminal' o 'Black or white'. Me pregunto si, cuando repase sus vídeos, volverá a epatarme el moonwalk y otros juegos de pies y giros impensables; o si, por el contrario, la losa de sus atrocidades fuera de los escenarios será demasiado pesada para mi espalda. Hoy se cumplen 7 años de su despedida sin previo aviso.

El pasado jueves conocíamos horrorizados la historia del vídeo de un registro policial llevado a cabo en el rancho Neverland de Michael Jackson, en 2003. Allí, guardado bajo tres llaves, descansaba un armario que, como la caja de Pandora griega, escondía todo tipo de horrores en su interior. Fotografías y vídeos con los contenidos más sórdidos y execrables, delatores de una mente enferma hasta la psicopatía, que no seré yo quien detalle aquí.

Era 'vox populi' que algo no iba bien. Algo pasaba con aquellos niños a los que silenció desprendiéndose de la colosal cantidad de 200 millones de dólares (176 millones de euros). Algunos nos aferrábamos a la teoría, hoy proscrita, de un síndrome de Peter Pan en grado sumo que le empujaba a pasar tiempo con críos como subterfugio para una infancia perdida entre jornadas de trabajo inhumanas y extenuantes, y un padre protervo y abyecto que tenía el cinturón más en la mano que en la cintura. Creíamos que lo de Michael era simplemente por jugar, por volver a ser un niño durante unas horas y robarle al tiempo aquello que otros le habían robado antes a él. Que todo lo que iba más allá, lujurias y lascivias, era falso. Que, simplemente, su mente maltrecha sólo le permitía sentirse entendido y trabar verdadera amistad con niños... Pero esta última revelación ha terminado por desasirnos del clavo ardiendo a sus admiradores y revelarnos la descarnada realidad: Michael Jackson era un monstruo. Punto.

Y fue al saber esto, cuando esas dudas me asaltaron: ¿Puedo seguir admirando lo que hacía? ¿Puedo disfrutar con su música? En mayor o menor medida, muchos de los más apreciados artistas han cometido actos que les harían merecedores de arrastrar la cruz hasta el Gólgota: Woody Allen, Roman Polanski, Lewis Carroll, R. Kelly, Bill Cosby... En todos estos casos, salvo en el del humorista afroamericano porque todavía está 'candente', veo que la gente o desconoce los hechos o sí es capaz de pasar página.

Pero yo... ¿Podré volver a sonreír al ver esta foto?





1 comentario:

  1. Gracias Alex por invitarnos a reflexionar. Supongo que la cuestión es donde ponemos el foco. La pregunta es ¿le doy valor al ser humano por su habilidad artística o a la belleza del arte por sí mismo?
    En la primera opción tendríamos que sumar la información como complemento para el deslumbre, aunque creo que esa búsqueda es la consecuencia de que algo movió. Personalmente tengo mis dudas de que no se nos pueda "poner los pelos de punta" ante alguna obra de arte, independientemente de la atrocidad en la vida personal de su creador/intérprete o el rol que ocupe. A partir de aquí la pregunta es ¿castigo al artista por "monstruo" o a su obra? Quizá el equilibrio está en no venerar al ser humano por su error (siendo fiel a mis principios) pero sí reconocer el resultado de su talento, a ese producto que me inspira.

    ResponderEliminar